22.11.08

7.

El doctor Horacio Sacbé Laarv era un hombre cabal. Fue el mejor amigo de toda la vida de don Pedro Ortiz del Prado, habían crecido juntos, él vivía en casa de su abuela materna desde los 5 años debido a la desaparición de sus padres en la década de los años cincuenta del siglo pasado, Juan Ramón Sacbé Kuk, un ingeniero agrónomo exitoso que había llegado desde el extremo más oriental del país a la capital a triunfar, repentinamente había abandonado todo lo que había conseguido para unirse a una secta seudo iluminada en el país del norte. Había dejado atrás su trabajo, su casa y a su familia; su esposa, también ingeniera, Catalina Laarv, descendiente de holandeses había quedado devastada con la partida de su marido y dejó a Horacio, su hijo pequeño, al cuidado de su madre para ir en su búsqueda. Había pasado una semana desde la partida de su madre, cuando en casa de Horacio se recibió una llamada de teléfono de larga distancia internacional. Catalina le llamaba a su vástago, pero la vieja abuela Kissa se lo negó. Para ella, la madre perdía todo derecho sobre los hijos cuando los abandonaba por seguir a un hombre. Aún así le contó al pequeño que su madre había llamado y que lo quería mucho. Esa fue la última vez que Horacio tuvo noticias de su madre o de su padre, y la última vez que algo sobre ellos se dice en esta historia. A pesar de amar con todo a su abuela, que era lo único que le quedaba en el mundo y que ella era lo mejor que podría pedir en una madre, siempre sintió la necesidad de cariño filial, de más personas. Y todo eso lo obtuvo con la llegada de los Ortiz a la casa de enfrente. Pedro, de entonces su misma edad el mayor de tres hermanos, se volvió su mejor amigo, y acaso más que eso, el hermano que nunca tuvo. El patriarca, Joaquín Ortiz de la Bárcena había traído a su familia desde España huyendo de la Guerra Civil, su esposa Almudena del Prado Izco y los hijos de ambos Jaime, Matías y Pedro, habían pasado de ciudad en ciudad para por fin lograr establecerse en este lugar. Donde Pedro encontró al cómplice perfecto, y los Ortiz encontraron en la abuela Kissa al complemento ideal que les faltaba en su familia.

Por eso le costaba tanto al doctor Horacio separar sus actividades profesionales para con los Ortiz de su vida personal con ellos, de su historia y de todo lo que habían pasado juntos. Pero ahora no había nada más que perder, ya no se trataba de salvar la vida de Pedro, además del hijo de su mejor amigo, su ahijado, su destino lo habían sellado un día antes en su consultorio. Pero si pudiera rescatar algo de su cordura, lo haría, aunque eso significara el traicionar su confianza. La contradicción moral era algo nuevo en la vida profesional de Horacio Sacbé, siempre había evitado quedarse vulnerable ante este tipo de situaciones, y ahora estaba frente a la doctora Leticia Garcés Pardó que lo cuestionaba sobre uno de los más oscuros secretos de su paciente.

- No creo equivocarme Leticia, si te digo que a Pedro no le gustaría que te hablara sobre Jahayra. Hasta el día de hoy es un asunto pendiente que no ha sido capaz de resolver, y mucho me temo que no le alcanzará el poco tiempo que le queda de vida para hacerlo.

- Soy toda oídos, Horacio.

- Escuché que te contó todo sobre Ruth.

- Así es.

- Y no pude dejar de notar tu turbación en cuanto él pronunció su última frase lapidaria.

- Me dejó pensando, en que la imagen de ese adolescente vulnerable que perdió la virginidad sintiéndose usado se volvería a repetir en un posterior relato, sólo que bajo un caparazón de hombre rudo.

- Te equivocas, ese episodio en la vida de Pedro en realidad lo marcó. No solamente fue una promesa en vano. Hizo una diferencia en su actitud. Y la que terminó pagando las funestas consecuencias fue ella, Jahayra.

- Cuéntamelo.

- Pedro y ella coincidieron en un evento que organizaba el gobierno de la ciudad, una especie de torneos académicos entre las preparatorias de la zona. Él había cambiado tanto ya, que incluso rechazó a Ruth cuando ella lo buscó de nuevo prácticamente humillándola en el patio de su escuela, a la vista de todos. Y no solamente en su trato hacia las mujeres, también su timidez parecía haberse terminado, y si antes era atractivo para las chicas por misterioso, ahora lo era por extrovertido, de fácil plática y encantador; o eso es lo que dicen ellas, la realidad es que solamente les decía lo que querían escuchar. Jahayra fue la primera en caer. No estoy ni nunca estuve completamente seguro de que haya estado enamorada de verdad, tal vez sólo la fascinaba el trato que tenía Pedro para con ella, o le gustaban sus ojos y la manera en que reflejaban los de ella. Jahayra era, es muy rubia, piel blanquísima que jamás se bronceaba y ojos azules, cuerpo delicado y con curvas que apenas se empezaban a mostrar a sus casi quince años. En pocas palabras era un perfecto adorno para el brazo de la naciente soberbia de Pedro. Nunca fueron novios, de hecho, él tardó un año aún en volver a tener una novia formal, pero en la práctica lo eran, salían a todos lados juntos y pronto se volvieron una pareja popular en la escuela. Jahayra estaba por cumplir quince años y sus padres le harían una fiesta en grande, obviamente, Pedro estaba considerado como el acompañante ideal, pero para él no tenía importancia y así se lo hizo saber a ella y a sus padres, quienes enfurecieron, pero Jahayra estaba tan encandilada que no le importó, si Pedro quería estar en la fiesta, ella le respetaría su lugar.

- Claro, la mente de las quinceañeras es tan transparente ...

- Así es Leticia, pero lo que pasó en esa fiesta no es para nada tema de adolescentes.

- ¿Qué fue lo que pasó?

- Pedro se apareció en la fiesta de la mano de otra chica, Nadia era su nombre. Parecía excitado pues su plan estaba funcionando a la perfección. Jahayra tenía los ojos convertidos en lagunas, pero no podía perder la pose, sus padres jamás se lo habrían permitido, así que tuvo que pasarse toda la fiesta observando con el corazón roto y el ego desvanecido como el que ella consideraba como su hombre se abrazaba y besaba apasionadamente con otra mujer.

- Eso no lo ví venir.

- Espera, eso no es todo. Como pudo, Jahayra se desafanó de sus invitados y entró al baño y se encerró, lloró por minutos hasta que tocaron a la puerta, ella conocía perfectamente ese toquido, era Pedro. Le abrió esperando una disculpa y una declaración de amor eterno de su parte, pero lo único que obtuvo fue un orgasmo después de que Pedro la lanzó boca abajo sobre el lavamanos, levantó su vestido y así, sin preguntarlo ni advertirlo la penetró desde atrás, ella gemía y se retorcía, era su primera vez y ni siquiera podía ver directamente a los ojos a su amante, a su atacante. El espejo del lavamanos ya empañado no le permitía ver la cara de Pedro, cuya expresión denotaba una extraña combinación entre placer y furia. Él abrió la llave del agua para acallar aunque fuera un poco los gritos y gemidos de Jahayra, cuando terminaron, Pedro se arregló los pantalones y la dejó sola, extasiada pero con un sentimiento de culpabilidad enorme que le pesaba, mucho más que la vergüenza que le provocaría la pequeña mancha roja de sangre en su vestido. Él se fue de la fiesta de nuevo abrazando por la cintura a Nadia, y a pesar de que Jahayra lo buscó durante meses, Pedro siempre la ignoró.

- No lo habría creído capaz.

- Te ruego que no lo juzgues, Leticia, ha cambiado ahora, me consta y está realmente arrepentido de eso y de muchas otras cosas más que ha hecho en su vida. Afortunadamente para él, ese sexo salvaje y sin protección no tuvo consecuencias para ninguno de los dos, al menos físicamente, porque Jahayra quedó completamente destruida, y ella a nadie le contó lo que había sucedido.

Leticia no sabía que decir, sabía que no es adecuado prejuzgar a las personas, mucho menos a sus pacientes, pero esa revelación la había perturbado sobremanera. El timbre del teléfono celular del doctor Horacio la despertó de sus cavilaciones.

- ¿Diga? ... ¿Pedro? ... ¿Estás bien? ... ¿Qué pasó? Estaré ahí en diez minutos, máximo.

- Horacio, ¿pasó algo malo?

- Pedro me necesita Leticia, si quieres, puedes alcanzarnos, está en el hospital San Jorge de Atanes.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

wawawwawa...
En mi vida volveré a leer algo sin que esté terminado.. ME ESTRESA NO PODER LEER LO SIGUIENTE..
YAAAAAAAAAAA
NEEEEEEEEEXT!!!!!!!!!! Jaja, deja de dormir y así nomás para terminarla lo antes posible siii ??

Anónimo dijo...

Diablote que mas sigueeeeeeeee
ha me deja en suspenso tu historia
quiero saber mass jajaajaja
es adictivaaaa

Anónimo dijo...

te perdono por la migrañita, bebe..!! :)... pero se te quita y sigues zaz?? jaja

Anónimo dijo...

te perdono por la migrañita, bebe..!! :)... pero se te quita y sigues zaz?? jaja