29.11.08

Prefacio.

- ¿Está usted completamente seguro, doctor?

- Mira, Pedro, la doctora Leticia Garcés Padró es la mejor para tratar tu caso, yo te lo aseguro.

- No es que dude es su palabra doc, pero es que el problema es ese precisamente. Es una doctora, y eso seguramente agravará mi delicada condición.

- Precisamente por eso. Yo estoy convencido de que un golpe fuerte de feromonas, así como tú lo llamas, te haría bien. Además, el mantenerte en contacto con una mujer como ella por periodos prolongados de tiempo va a provocar que te acostumbres a la sensación que te agobia.

- Ahora estoy dudando de la capacidad médica de esa doctora, sus palabras me suenan a que es solamente un experimento suyo. No me convencen sus palabras doc. Siento que se burla de las feromonas; y es un error el menospreciarlas, usted lo sabe, le he contado ya algunas cosas, llevamos veinte años en esta relación de médico - paciente y no me parece ético de su parte que no crea que mi problema es real.

- Ahí es donde te estás equivocando Pedro, lo que yo crea o no sobre todo ese asunto de las feromonas no tiene la menor importancia. Si existe o no, ya es irrelevante. El asunto principal y el que tiene toda mi atención es el hecho de que te está afectando, de que ya te afectó, aún no tengo un diagnóstico preciso de si la obsesión fue la causa del tumor o viceversa, si esa obsesión repentina por las feromonas es causada por el creciente tumor, que es lo más probable y lo que yo pienso es la realidad.

- ¡Son reales! Las he sentido, el tumor no tiene nada que ver con esto, el tumor no importa, por Dios doc, lo hemos hablado muchísimo ya. Las feromonas son la causa, usted bien sabe que empeoro cada vez que estoy cerca de alguna mujer atractiva.

- Lo sé Pedro. Y tú tienes que tener plena conciencia de que ese tumor no va a desaparecer, va a matarte más temprano que después.

- Estoy consciente de eso. Pero aun así no puedo morirme sin saber la verdad. Esa doctora Leticia, ¿de verdad cree que puede ayudarme?

- Te lo he dicho, es la mejor psicóloga del país. Estamos de acuerdo en que no tiene caso ya enviarte con un psiquiatra ¿verdad? No necesitas fármacos, si lo que dices es real, debes permanecer alerta todo el tiempo, no hay razón para limitar tu mente con medicamentos, lo que requieres es una excelente terapia para lograr descubrir lo que te ocupa. Ella puede hacerlo, sé que lo hará.

- Mi pregunta doc, es: ¿Cómo puede estar seguro que las feromonas de la doctora no me atacarán?

- No lo estoy.

- ¿Entonces?

- Digamos que confío en que no suceda.

- ¿Es fea? ¿La doctora Leticia es fea?

- Eso no puedo decírtelo, la belleza femenina es un asunto muy subjetivo.

- Bah, es fea. Si no lo fuera, de inmediato me habría dicho que es hermosa o simpática al menos. Pero es mejor así, si no me atrae no puede dañarme, ¿cierto?

- Es tu teoría. Bastará una visita con la doctora para que lo comprobemos.

- ¿Cuánto tiempo tengo?

- Nos quedan diez minutos de la consulta de hoy, pero no importa podemos seguir hablando cuanto quieras.

- No, quiero decir, el tumor. ¿Cuánto tiempo me queda antes de ... usted sabe?

- En este momento me es imposible saberlo con seguridad, yo calculo que en un mes o dos tus capacidades motoras y mentales se verán afectadas, y estarás en cama ya únicamente esperando el final.

- Un mes entonces.

- Dos meses máximo.

- Necesito un mes. Deme ese tiempo para descubrirlo. Hablaré con la doctora y haré algunas visitas, las que me sea posible, quisiera que fueran todas pero también soy realista. En treinta días regresaré aquí, al consultorio, y entonces estaré listo para que usted me inyecte.

- ¿Cómo dices?

- Eutanasia doc, quiero morir antes de quedar desvalido. Solo necesito ese tiempo para descubrir qué ha pasado. Quiero la eutanasia. O si usted lo prefiere puede ser en mi casa o en casa de mis abuelos o en la montaña o en un terreno baldío, de cualquier manera ya no importará, dejaré este cuerpo fallido y usted puede hacer con él lo que le plazca. Enterrarme o quemarme o donar mi cerebro canceroso a la ciencia, estoy seguro de que podría investigarlo ¿no es así? Quizá se llevaría una sorpresa si comprueba que mis teorías son correctas.

- Me dejas simplemente sorprendido. En todos mis años, que no son pocos, en la medicina, jamás un paciente me había pedido que lo ayudara a morir, y ten en cuenta que he tratado a gente presa de dolores humanamente insoportables. El cáncer es terrible en su etapa avanzada, y cánceres como el tuyo, además de inexplicables y desgastantes para el enfermo y para su familia, serían perfectos candidatos para la muerte asistida. Pero nadie nunca me había pedido la eutanasia, al menos no con tanto desparpajo y decisión como tú lo has hecho ahora; es común que en medio de un ataque de dolor agudo los pacientes griten y supliquen a la muerte que lo acabe de una vez por todas, pero siempre les había vuelto el deseo de vivir una vez que el dolor se apaciguaba. En verdad Pedro, eres un caso excepcional. Me alegra el haberte conocido y tratado durante estos más de veinte años.

- ¿Lo hará entonces doc?

- No puedo prometértelo en este momento hijo, y esa es la realidad. La muerte asistida o eutanasia como se le conoce de manera coloquial no ha sido completamente regulada ni en la ciudad, mucho menos en el país, Pedro ¿me pides que arriesgue mi carrera y mi reputación por ti?

- Me atrevo a pedírselo doc, por la confianza que hemos desarrollado a través de todo este tiempo. No me costaría nada darme un tiro en la cabeza o lanzarme desde un puente peatonal o ahorcarme con mi sábana azul. Pero ¿sabe una cosa? Creo que mi padre jamás lo aprobaría, usted lo conoció quizá mejor que yo.

- Esas palabras quería escuchar de ti Pedro. Eres hijo de tu padre en verdad, con todo lo bueno y lo malo que eso implica para ti. Dejando de lado lo que, bueno, ya sabes lo que opino sobre tu fobia / obsesión con las feromonas ... Lo sé, lo sé, no lo discutiremos de nuevo, ya tendrás tiempo de hablar largo de ello con la doctora Leticia. Lo que yo quiero decirte es que no había conocido a un tipo de esta edad que fuera tan brillante como lo eres tú. Es una lástima, una verdadera lástima.

- Curioso.

- ¿Qué es lo que te parece curioso?

- Me siento vivo, poderoso, con la confianza de que puedo lograr lo que me proponga. Iré con la doctora Leticia y no importa que sea atractiva. Mi objetivo está claro. Antes de morir prometo contárselo todo doc, hasta ahora sólo conoce una parte del problema.

- Conozco tus teorías, Pedro.

- Sí, pero usted conoce sólo el planteamiento, sé que no está de acuerdo y a lo mejor nunca lo esté, pero prometo explicarle todo, a detalle. Usted sabe solamente el problema, no conoce prácticamente nada del trasfondo de todo esto.

- Me has contado de las mujeres, de tus conquistas, pero aún hay puntos que no logro unir.

- Doc, las mujeres tienen todo que ver. Usted entiende, mujeres, feromonas, todo es pura química. El cerebro es pura química, ¿quién mejor que usted para decirlo?

- Tienes un punto. Pero, ¿qué es lo que pretendes demostrar?

- Eso, doctor, lo sabrá muy pronto, un mes pasará rapidísimo.

- Tengo que admitir, Pedro, que me intriga demasiado. ¿No me darías un adelanto? Por los viejos, buenos tiempos.

- ¿Debo creer entonces que usted no tendrá comunicación con la doctora Leticia? Usted mismo me está canalizando con ella, eso significa que su opinión profesional influirá en el diagnóstico completo que usted haga, al final de todo me refiero.

- Si lo prefieres puedo estar presente durante tus sesiones con ella. ¿Tal vez dentro de la Cámara de Gessel?

- ¿Usted lo recomendaría? Usted es el doc, doc.

- Esas referencias a los años ochenta Pedro, indican que tu memoria está intacta. Y sobre eso, me parece que si necesitas treinta días para comprobar tus teorías con la doctora, también sería menester que contaras con otros tantos para informarme a mí, recuerda que lo has prometido.

- Lo he prometido y lo cumpliré. Si todo sale como lo pretendo, el resultado final será tan sencillo que será posible contarlo en una tarde.

- ¿Y cuál sería ese resultado final?

- La razón por la que mi vida se fue al carajo. No mi vida física, no mi vida corpórea por supuesto; de esa será usted el encargado de ponerle un fin digno. Hablo de la existencia, de la trascendencia. Si alguna huella he dejado en el mundo, yo la desconozco.

- Si de algo sirve, tu tratamiento, tu historia y sobre todo la charla de este día está dejando una importante huella en mí.

- No sirve doc, pero se lo agradezco, además no hay nada que me ayude hoy. Mañana, con la doctora Leticia comenzará la ayuda, si es que existe.

- ¿Estaré presente?

- Es su decisión. Pero le pido discreción conmigo. Si estará usted o no en la Cámara de Gessel, no lo quiero saber, al menos hasta el final.

- Eso significa que no nos veremos hasta dentro de treinta días. Justamente el treinta de noviembre próximo será la siguiente vez que hablaremos, y la última.

- ¿Ha decidido entonces sobre mi eutanasia?

- Esa es tu decisión. Yo estaré aquí listo para deshacerme de tu vida física, de tu vida corpórea, como la llamaste hace un minuto, si eso es lo que llegaras a desear en ese momento. Pero no sin antes conocer el gran secreto que, te repito, has prometido contarme.

- No es que lo dudara, ni que yo lo sintiera por mi propia convicción, pero ya sé porqué mi padre lo tenía en tan alta estima. Doctor Horacio Sacbé Laarv, neurocirujano. Más que eso, debería decir: ‘amigo’.

- Pedro, te recuerdo que tu siguiente cita es el treinta de noviembre, dejaré el horario abierto. No es necesario que confirmes veinticuatro horas antes, sé que no faltarás.

- Hasta entonces, doc.

- Hasta el treinta …