- Y eso ¿cómo te hace sentir?
Pero ¿de qué está hablando? - Pensó Pedro - No tiene sentido, es una línea, una frase hecha que dicen los psicólogos. ¡Lo único que le dije al momento de entrar es “Perdón por el retraso, me desvié en una calle y no me di cuenta”! Odio que quieran analizarme con cada palabra que digo. Ese desalmado doctor Horacio Sacbé me las pagará, seguramente está ahora muerto de la risa de mi cara de asombro y repudio, ahí del otro lado de la Cámara de Gessel. Lo conozco, no dudaría un instante que todo esto fuera solamente un teatro para burlarse de mí, o de la doctora, no, seguro que es para hacer mofa de mi estado. Ya, debo de tranquilizarme, sea lo que sea estoy aquí con un objetivo en la mira. ¡Vaya! La doctora Leticia es mucho más joven de lo que pensé, y no es fea, de hecho nada fea, es sólo que los lentes no me dejan ver por completo sus ojos, pero también logran en ella un efecto muy sexy. ¡Y tiene pequitas! Tiene pecas en las mejillas y en la nariz, el cabello castaño con destellos rubios enmarca perfecto su rostro. Y el vestido que lleva puesto muestra sus perfectas y torneadas pantorrillas y sus brazos, aaah sus brazos, se notan tan suaves y delicados para tomarlos entre los míos y ... ¡Ya lo he decidido! Es guapa, me gusta, pero no. ¡No debo! Las feromonas, están aquí. ¡Tengo que permanecer lo más alerta posible!
- ¿Pedro? Te he preguntado algo, ¿estás bien?
- Disculpe doctora, salí de casa con tiempo y vine caminando, la verdad es que pensaba, bueno, más bien estaba recordando un episodio de mi adolescencia-
- ¿Quieres que hablemos sobre eso?
- Doctora Leticia ...
- Puedes llamarme simplemente Leticia.
- ¿Leticia? ¿Lety? ¿Habrá la suficiente confianza doctora? En verdad me gustaría. El doc Horacio me la ha recomendado mucho por su experiencia y capacidad.
- Horacio es un buen amigo, Pedro, puedes llamarme Lety si lo prefieres. No pongamos barreras que no quedan. ¿Lo notas? Somos casi de la misma edad, y estoy aquí para ayudarte en lo que necesites para lograr tu objetivo.
- ¿Le habló el doc de mi condición?
- Conozco todo lo que hay que saber sobre tu problema, yo ...
- ¡Condición! Doctora, Lety, por favor, si vamos a tenernos toda la confianza posible te ruego no utilices ese sustantivo, no tengo un problema. Estoy enfermo, un tumor crece dentro de mi cabeza y va a matarme en treinta días. Te pido me disculpes si soy grosero pero créeme que no tengo tiempo que perder. Si vas a ayudarme, será bajo mis condiciones.
- Pedro, yo ...
- Sólo, sólo dime que vas a ayudarme.
- De acuerdo, lo haré.
- Perdóname.
- No digas eso Pedro, es perfectamente entendible. Dime, háblame, siéntate y trata de relajarte.
Pedro obedeció, el dulce y melodioso tono de voz de Leticia lo hipnotizaba, tenía ese poder que solamente con una mujer en su vida había sentido. También con Marisol se sentía en tanta paz, en tanta tranquilidad que a veces lo asustaba, por eso se había enamorado de ella, por eso quería que fuera la mujer de su vida. ¿Sería ese el secreto del porqué la doctora Leticia Garcés era tan buena terapeuta? - Pensó - Quizá el doctor Sacbé lo habría sabido.
- De camino para acá estaba pensando en Ruth, es una muy larga historia Lety. Nos conocimos en un viaje de la escuela, aunque íbamos en el mismo salón jamás habíamos cruzado palabra, hasta ese día. Lo pasamos juntos y nos besamos y fue lindo, en ese entonces, ahora lo recuerdo y no sé si me da risa o pena.
- ¿Qué pasó después de los besos?
- Aaaaaah nos besamos en el mar, fue la primera vez que hice eso doctora, besar a alguien dentro del agua, no sé porqué lo digo pero me parece adecuado, las feromonas se potencian en contacto con los líquidos.
- ¿Debo entender que desde entonces tenías estos pensamientos sobre las feromonas?
- No, no Lety, no es tan sencillo, de haberlo sabido mi vida hubiera sido mucho más aburrida, aunque más fácil también.
- Perfecto, entonces, ¿se besaron en el mar?
- Así es, y después en el camino de regreso, nos sentamos juntos y nos besamos todo el camino. Me da un poco de vergüenza confesar que mojé mi ropa interior.
- No es raro Pedro, eras un adolescente sometido por vez primera a una excitación de ese tamaño.
- Exactamente, tanta excitación provocada por una continua y prolongada exposición a las feromonas que ella despedía. Tanto me afectaron que, lo descubrí mucho tiempo después, no me importó pelearme a gritos con el que era mi mejor amigo en ese entonces, ya que obviamente él tendría que sentarse con la amiga de Ruth y eso, créame doctora, no es algo por lo que los muchachos de mi clase murieran por hacer.
- ¿Qué pasó después? A después de ese día, me refiero.
- Yo la evitaba en la escuela, ya sé que no es algo agradable pero no sabía cómo reaccionar, a veces me topaba en el descanso y no me quedaba más remedio que pasar el tiempo con ella. No me malinterpretes Lety, pero ten en cuenta que no tenía la menor idea de nada en ese entonces. También solía esperarme a la salida y entonces quería acompañarme a mi casa, nunca lo permití, no sé, pero no me gustaba la idea de que ella supiera donde vivía.
- Entiendo ...
- Y llegó el día en que ella cumplía años. No pude negarme ya que insistió tanto en que me quería ver en su casa, en su fiesta, y no sé si muchos de nuestros compañeros mentían, pero todos hablaban del gran acontecimiento que sería la fiesta del cumpleaños número dieciocho de Ruth. Y lo fue, para mí. Llegué a su casa sin regalo, su insistencia me había hecho crecer el ego de manera desmedida, tanto que pensé que mi presencia en su casa iba a ser suficiente regalo y que no merecía la pena el gastar.
- ¿Qué pasó entonces?
- No había nadie. No había fiesta. Solamente estaba ella, con una falda pequeña que de inmediato hizo mi mente volar, una blusa blanca y sin sostén. Ya antes había conocido unos senos de mujer, pero el mirarla así, tan dispuesta, tan abierta y tan sensual. ¿Sabe doctora? No le he dicho que Ruth era hermosa, y es que acaso no lo era pero en esa situación a mí me parecía la única mujer en el mundo. Nos acercamos y yo apresuradamente me fui quitando la ropa, ella trataba de calmarme, de decirme que todo estaba bien, que únicamente me dejara guiar por sus manos, esas manos que me tocaban como jamás nadie lo había hecho, mi cuerpo respondió en segundos. No cabía en los pantalones. Ruth se desnudó por completo y entonces mis manos parecieron tomar vida propia, quería tocar, apretar, pellizcar. No sé que hayan provocado en ella mis torpes caricias, pero se limitó a mirarme, a despojarme de toda la ropa y tenderme en la cama. Como pude me puse un condón que ella me lanzó. Se subió en mí, yo podía ver perfectamente como mi pene durísimo iba entrando en ella poco a poco, se movía cadenciosamente y mis manos buscaban su cadera y sus pechos. Los apretaba para evitar que se movieran en exceso, ese movimiento me aturdía, no podía dejar de ver sus enormes pezones. Estaba sintiendo que el final se acercaba. No sé cuanto tiempo duramos en esa posición y me vine. Por primera vez eyaculaba dentro de una mujer, con la compañía de una mujer. Y algo cambió en mí.
- ¿Qué fue ese algo?
- Yo no hice prácticamente nada. Tenía ese amargo sabor en la garganta de haber sido usado. Y eso era algo que no iba, no podía permitir que se repitiera.
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