11.11.08

18.

Horacio Sacbé Laarv tuvo que morderse la lengua para no hablar con Pedro durante todo el camino al hospital. Era su ahijado y lo quería sinceramente, lo quiso como a un hijo propio desde el día en que nació. Verónica, su esposa había resultado infértil debido a un temprano cáncer en el cuello del útero padecido en su juventud, y que le había costado la vida hacía ya más de quince años cuando desarrolló de nuevo un tumor maligno. Sabía lo que iba a pasar cuando Pedro se encontrara con Laura, aún y cuando al principio solamente conocía la versión de él, no era difícil el notar que entre los dos hubo una relación mucho más emotiva que física, sabía que Pedro no tenía tendencia a mentir ni a exagerar sobre sus experiencias sexuales, así que la anécdota de su visita a la ciudad del occidente en donde Laura estudiaba en la Facultad de Medicina no le parecía descabellada.

Pedro la había ido a ver convencido de que era una mujer que valía la pena, su edad era de veintidós y no tenía más de un mes de haber terminado un noviazgo de cinco años con Isabel, con la que incluso ya había planes de boda y de vida juntos. Laura lo había consolado con las palabras precisas y acaso por despecho o por empatía, él había comenzado a sentir por ella algo más que cariño de amigos.

Se vieron en el puente de las fiestas patrias y lo pasaron juntos, viajaron a la ciudad que fue cuna de la independencia, lo decidieron en un arranque y sin planearlo, y como era de esperarse los hoteles estaban abarrotados, sin embargo lograron encontrar acomodo aunque fuera en una sola habitación con cama individual. Salieron a la verbena popular que se llevó a cabo en el zócalo de la ciudad y permanecieron ahí hasta bien entrada la madrugada, de hecho Pedro había retrasado lo que más pudo la vuelta al hotel, no sabía cómo iba a reaccionar Laura al momento de irse a la cama. No era que no la deseara, que no se estuviera muriendo de ganas de tenerla, de besarla, de tocarla, de hacerle el amor, pero tampoco quería arruinar lo que tenían; él estaba lastimado y por si fuera poco, ella también había terminado con su novio que no había aguantado el ritmo de los estudiantes de medicina y desertó a un semestre del final de la carrera.

Al llegar a la habitación, Pedro cerró la puerta con seguro y doble llave, ella lo notó pero no hizo comentarios; la tensión entre los dos era impresionante y fue Laura la que dio el primer paso, él lo agradeció porque pudo soltarse. Las cosas fluyeron de manera muy natural, el quitarse la ropa mutuamente, la media luz, los besos suaves al principio y que iban creciendo en intensidad y en deseo con cada centímetro de piel conquistado por los dedos inexpertos de Laura y por las manos conocedoras de Pedro. No hubo espacio para inventos, querían estar lo más cerca posible el uno del otro, sentir su desnudez y flotar juntos en un vuelo que duraría la noche entera, no se separarían un solo instante, no hubo ni siquiera un segundo en que no estuvieran tocándose, incluso mientras durmieron ya cuando el cielo clareaba después de una noche de intensidad. Al despertar no se sentían cansados, sino llenos de energía, pero debían volver.

Al doctor Horacio no le gustaba para nada usar a la gente, y ahora lo hacía con Laura, bien sabía que a ella no le molestaría encontrarse con Pedro, pero también estaba Leticia, había sido una jugada muy baja el haberla enviado sola a la cita que se convirtió en reencuentro, pero esperaba que cuando todo esto acabara lo entendiera. No creía ser una mala persona, pero aún así no podía dejar de preocuparse por la sensación de ser el amo de las marionetas, pero desde que había tenido la penosa necesidad de desahuciar al hijo de su mejor amigo se dijo que haría lo que él le pidiera para hacer su vida más llevadera, al menos lo que le quedaba de ella; y si bien, Pedro no le había pedido todo lo que estaba haciendo, no tenía porqué enterarse tampoco, él sabía que todas sus acciones eran encaminadas a un bien mayor. Se dirigía a su consultorio en donde alguien lo estaba esperando cuando sintió vibrar su teléfono celular.

- Diga ...

- ¿Por qué me estás haciendo esto a mí?


- Leticia, por favor permíteme explicarte.


- Dímelo, lo quiero saber ahora.


- ¿Sigues en el consultorio de Laura?


- Pedro acaba de salir, Horacio dime que clase de juego es el que estás jugando.


- Discúlpate con Laura por no poder quedarte y alcánzame en mi consultorio, tal vez allí podamos encontrar juntos ciertas respuestas.


- Las quiero hoy. Quiero respuestas hoy.


- Las buscaremos juntos Leticia, te pido que no te alteres, esta situación es tan incómoda para mí como para ti.

3 comentarios:

Vanessa C. dijo...

Oh wow!! apenas leo este nº 18, prometo ponerme al día con los anteriores, entre leer y leer me metí en el lio amoroso.. y wow, si que me encanta el conflicto lujurioso de la infidelidad. No es que yo lo sea -si,lulú- es que el drama tragico me atrae.. buen capitulo!

Saludos.

Anónimo dijo...

ha diablote cada dia es mucho mucho mas intenzo..ha me encanta
te deja pensando muchas cosas
besos.:P

la chida de la historia dijo...

No es verdad!!! estás siendo simple.. requerimos más...

TE EXIJO MÁS!!!!

:D